jueves, 2 de septiembre de 2010

esto no es más que un à bientôt

Estimados seguidores:

El extracto que sigue fue escrito en París, lunes 30, horas antes del embarque.
Por motivos sentimentales, y porque las despedidas son muy duras, no nos habíamos decidido hasta ahora a cerrar un capítulo tan importante en nuestra vida, como este noblog.

...A pocas horas de la hora H, el regreso, el corazón comienza a palpitar arrítmicamente y sentimos que algo ha cambiado para siempre en nuestra alma ibérica. Después de quemar París ayer sábado en Le caveau de la Huchette, observando, nunca bailando (aunque Elisa salivaba viendo como varios bailarines sacaban brillo a la pista bailando un swing desenfrenado), hoy domingo ha sido jornada de reflexión. Aún así, no hemos podido resistirnos a visitar la Fundación Cartier de artre contemporáneo para ver a Takeshi Kitano mofarse de su propia cultura sin pudor...

....ya en Madrid, y tras recibir merecidas críticas de lectores seguidores por no habernos despedido comodiosmanda, aquí va nuestro à bientôt, les enfants, dormez bien.

sábado, 28 de agosto de 2010

Vive la France!

Hoy es sábado y tenemos plan para esta noche. Pero no lo desvelaremos hasta mañana, fieles seguidores, porque hoy toca lo que toca. Ayer.

París desde el Arco de Triunfo. Otro de los puntos de París con más turistas por centímetro cuadrado. Llegar a él andando desde las Tuileries y marchando por los Champs Elysées es más cansado que hacerlo a caballo. Aunque el monumento fue construido para verlo de lejos y pasar por debajo, a poder ser después de haber ganado alguna batalla, la vista desde arriba es bastante singular. Uno no está en el centro geográfico de París. Pero los urbanistas sacaron 10 líneas rectas desde este punto. 10 líneas que se convirtieron en 10 grandes avenidas de París.



Después de dar unas cuantas vueltas, hacernos las fotos necesarias para que no se aburran de tanto leer, bajamos las escaleras de caracol, en manada con otros cuantos, y nos fuimos en metro hasta Bercy.

Cambio de tercio. La cinemateca francesa con su museo del cine. Tocamos zoótropos y demás artilugios precursores del cine, y nos maravillamos con los inventos de los Lumière. Aunque nos dejaron perplejos algunas proyecciones de películas horteras made in France, muy cerquita de la reproducción del androíde de Metrópolis, pero no lo tuvimos en cuenta. Son pequeños detalles. Criticamos con cariño, ya lo saben nuestros fieles seguidores, que aquí no hay un sentimiento antigalo, si no un poco de envidia de ver lo artistas que son haciendo que todo parezca un poquito francés y en poner de relieve hasta lo más insignificante. Vive la France!


Pero en el fondo, y retomando una frase del gran profeta Daniel, esta ciudad juega en otra liga, y cruzando una pasarela que parece inspirada en la famosa banda de Moebius, nos encontramos con los cuatro libros abiertos que forman la Biblioteca Nacional de Francia.


















Tenemos que arreglarnos y organizarnos para esta noche, así es que, sin más, nos despedimos.
Bonne soirée, les enfants, amusez-vous bien. Que nosotros nos vamos a quemar París.

viernes, 27 de agosto de 2010

Existe Bach

Jueves.

El metro nos llevó hasta Porte de Pantin, y entramos en el Museo de la Música. Pero antes, un noisete y una cocacola gourmet por el módico precio de 5 euros los 33 cl, cifra que esperamos superar en los próximos días.

Está claro que Francia está a años luz de España en cuanto a valoración de la música. De nuevo un edificio como es debido. La visita empezó tranquila desde siglo XVII con el nacimiento de la ópera, y por supuesto tenían que nombrar a Monteverdi, un  italiano. Pero el escándalo se produjo cuando un retrato de Rameau, un gran músico y teórico francés barroco, nadie lo duda, presidía la sala de esa época. Buscamos detrás de los violonchelos, entre las cuerdas del clavecín, incluso en la caja de la viola de amor, pero no había ni rastro de J.S.Bach. Todo empezaba a encajar cuando observamos que Berlioz otro compositor francés dejaba sin hueco a Beethoven o Brahms en el mundo de las sinfonías. Y en el siglo XX, Boulez  y más Boulez, otro francés, todavía entre nosotros, le hacía oídos sordos a Schoenberg.


Con tanto chovinismo musical, nos entró hambre, un clásico en nosotros. Habíamos quedado con Paquita para comer y nos llevó a un restaurante por el barrio.  Desde el kirsh, de aperitivo, hasta los fromages, todo fabuloso y nada que objetar. Como el barrio estuvo ocupado en tiempos por el antiguo matadero de la ciudad, las carnes se deshacían en la boca. Paquita nos contó su historia, de entradas y salidas de Francia por los Pirineos, de su trabajo para la casa de la familia Hermes, y luego y sobre todo, de la Ruche.

La Ruche fue protagonista durante el café, en su casa. Paquita sacó el gran libro de la historia de este edificio construido por Eiffel y casa de artistas, desde Chagall a Arroyo. En la Ruche también sigue el espíritu de Ríos, que sirvió de inspiración para muchos de los artistas que lo conocieron. Allí está Ríos en el jardín, llenando con su figura esbelta todo el espacio.

Gracias, Paquita, por la comida, y gracias por llevarnos a tu casa, y enseñarnos las obras que te dedicaron tantos artistas, y por compartir con nosotros una vida tan intensa.

los 7 pasos para escribir un comentario

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jueves, 26 de agosto de 2010

El misterio del mosaiker

Queridos e incondicionales seguidores:
En nuestros interminables recorridos por París nos hemos encontrado en las esquinas de muchas calles estos seres de origen alienígena pixelado.  





Ofrecemos una recompensa de dos Camenbert y un Croissant a quien aporte información  acerca de su autor.

Los efectos sicotrópicos sobre Rogers y Piano

Mercredi.

Parece que nuestro paladar se ha acomodado a los croissants de Paul, un local que a pesar de su apariencia de modernito franquiciado, que lo es, lleva desde 1889 haciendo pain para los franceses y actualmente para medio mundo. La cuestión es que, de momento y tras varias catas, es el que mejor muere en boca.

Lo teníamos claro,  hoy entrábamos en el Pompidou, el templo del Richard  Rogers y del Renzo Piano. Menudos dos! La que armaron a pocos metros de Nuestra Señora. La sensación de caos que se tiene desde el exterior se suaviza una vez se llega a las entrañas del edificio. Los tubos te van absorviendo con elegancia, y a medida que se sube, la aprensión se desvanece. Hay que ir en busca de los corazones, del cuadrado negro de Malevich, de los tejidos y alfombras de Matisse, del azul marca registrada de Klein, del coche despedazado de Raushemberg emitiendo sonidos desde no se sabe qué dimensión, de...


Nos fuimos a por otra cara de París, la del couscous y la merguez, y la de Tati, nuestro Sepu que en paz descanse. Subimos al Montmartre por la cara norte, que en este tiempo es lo más sensato, ya que consta de un funicular que te hace la subida más liviana.

Una vez situados en la cúspide, ubicamos en el mar de tejados grises que nunca acaba, la Tour Montparnasse, el Pompidou, la gare du Nord, y desplazándonos un poco a la derecha, la Tour Eiffel. Cuando ya empezábamos a desfallecer decidimos emprender el descenso. Teníamos el gaznate puesto en una brasserie con RH más francés que la merguez y el couscous. Le Bouillon Chartier. Una gran flecha fluorescente indicaba el callejón por el que se entraba. Eran las 19:30 y había gente esperando. El pase museo cuya desventaja es que nos ha hecho alérgicos a las colas, no impidió que la hicieramos como polluelos que esperan a mamá con el pico abierto. La cola después de todo, no era para tanto.

Una chica muy simpática con walkie talkie nos iba sacando de la cola a medida que se vaciaban las mesas adecuadas a nuestro número. La de dos no tardó en quedarse libre, y entramos en una sala con mesas tan juntas que apensas si dejaban pasar a los camareros-equilibristas que corrían llevando bandejas de dimensiones desorbitadas con decenas de platos en cada una. El sonido de voces invadía todo el escenario art decó.

Y he aquí lo que pedimos: una ensalada verde, un tartare, un faux filet, unos profiteroles y un pichet de vin. Y eso fue lo que nos sirvieron, así, sin florituras y sin guarniciones sofisticadas. El plato básico. Tomen nota fieles seguidores, cuando vengan, si no han estado, no se lo pierdan.

Et voilà, ¿qué más podemos decir?

Cambio de planes


Martes.

Ya sabemos que vamos con retraso, pero el cansancio se acumula y aunque el ánimo sigue alto, las fuerzas por las noches fallan. Pero, qué digo, qué decimos, NO HAY DOLOR, como diría Rocky, y todo sea por complacer a nuestros queridísimos y fieles seguidores, que se han incrementado en un 150% en tan sólo 2 días. Estamos creando masa crítica. Y esto se está convirtiendo en una gran responsabilidad.



Si el Pompidou cierra los martes, no se preocupen que hay cien o mil alternativas. La antigua estación de Orsay nos recibió al otro lado del Sena. ¿Por qué tenemos todos las mismas ideas? Dentro no cabía un alfiler, y cuando nos acercábamos a los grandes, a Renoir y compañía, las masas se multiplicaban.

Al entrar en el museo hay que reconocer que impresiona. Llámennos atrevidos, ignorantes y critocones pero al observar detenidamente la intervención de los 4 arquitectos que reconviertieron la antigua estación de Orsay de París en museo, algo no encaja. Tal vea sean las estancias algo faraónicas o los puentes de hierro imitando la estructura original pero..... en fin manías nuestras.

Por supuesto nos agenciamos una audioguía con su cuerda para colgar y su teclado para los números, muy completa. Comenzamos con Delacroix, que aunque parezca y sea todo un romántico, nos sorprendió con una caza de leones. Para no estar dentro del movimiento impresionista, parece ya un poco outsider. Luego Cezanne y sus jugadores de cartas y Renoir y su 'Le Bal au Moulin de la Galette' y Monet y sus nenúfares y Seurat, el del puntillismo y Manet y su 'Desayuno en la hierba' y Courbet y su 'Origen del mundo' y más y más y más.

De vuelta a casa nos desviamos para visitar Saint Germain-des-Pres. Algo cansados pero satisfechos por haber cumplido nuestra labor turística, regresamos a la maison Garmón. Hogar dulce hogar.



martes, 24 de agosto de 2010

90 minutos

Lunes.

El objetivo de nuestros dos sufridos turistas se centró en el museo más visitado del mundo. Una suerte que el pase museo que adquirieron en la oficina de turismo les permitiera entrar como dos privilegiados. Sin colas.

Entramos por la pirámide acristalada, totalmente integrada en la Cour Napoleon. Hubo un tiempo en el que el poliedro fue totalmente denostado por el público. Ahora, nadie imaginaría una entrada más apropiada para contemplar una muestra del arte universal.

El museo más visitado del mundo hizo honor a su record el lunes en el que la lluvia volvió a París. Fuimos al segundo piso directamente, a completar a los maestros franceses, y a detenernos en Watteau y Chardin. Dos preferidos de Proust.

Quien calculara el tiempo máximo de estancia en un museo, llegaría seguramente a descubrir el número mágico, 90 minutos. Más allá, la mente distorsiona colores y tamaños, así que, buena gana.

Más tarde, en l'Île de la Cité, nos recibió la Sainte-Chapelle, la primera morada de los reyes de Francia, una joyita con muros de vidrieras y la historia completa de la humanidad en ellas. La que cuentan en la Biblia. 

El guía, de carne y hueso esta vez, fue fundamental. Su entusiasmo  mantuvo en vilo al grupo de turistas que tuvimos la suerte de seguirle. La Sainte-Chapelle fue concebida por Saint-Louis, el de las cruzadas, para guardar las reliquias que se trajo desde Constantinopla del calvario de un tal Jesús. 

Volvimos, ¿adivinan cómo? En velibs.
Como anoche no habíamos terminado el blog, no os decimos à demain, si no à toute à l'heure, que nos vamos, que nos espera el Pompidou, Beaubourg para los amigos.



lunes, 23 de agosto de 2010

Las Pulgas y la coca cola más cara de París

Qué mejor plan de dimanche que visitar uno de los mercados más curiosos de París, el mercado de las Pulgas de Saint Ouen. 

Resulta que a los traperos y quincalleros se les prohibió trabajar en la capital así que se instalaron en los arrabales de París por donde hoy pasa el Periférico. Esto ocurrió en 1885 el mismo año que murió Victor Hugo y dos años antes de comenzarse a construir la torre Eiffel. 


Llegamos a nuestro objetivo tras un largo recorrido en el decadente metro de París. Elisa cuando acelera el paso alcanza velocidades supersónicas difíciles de seguir, pero Daniel se puso a rebufo y conseguió un digno segundo puesto en la clasificación general. 


Una vez en Las Pulgas, visitamos varios puestos, sobre todo de muebles estilo Luis N aunque también pudimos ver lugares con piezas interesantes custodiadas por jóvenes modernos sobradamente preparados. Nos sentamos a tomar deux Cocas. El litro del brebaje está por encima del barril de petróleo. 4,60€ la botella. 

Lo único que nuestros dos protagonistas adquirieron en Les Puces: tres libros que habían pasado por más de mil manos, por cinco euros. 




Unas horas más tarde, los dos disfrutaban en sus bicis del ambiente en Le Marais. 





tirez sur le guitariste

París.
Sábado.
Jardín del Luxemburgo.
Daniel toca.

Un policía le ruega, je vous prie, que no toque en el parque.
Los delincuentes escapan de la escena. El mundo se ha vuelto hostil. Sólo está permitido tocar el 21 de junio, día de la Música.

¿Pero qué suena ahí fuera en la calle? Un valiente se ha traído un piano y contagia de swing a todo el Boulevard Saint-Michel.
 
Aplausos. Entre el público, un policía de paisano.

sábado, 21 de agosto de 2010

trabuleando y buchoneando



Acompañados por nuestras audioguías lyonesas, nos pateamos todo Vieux Lyon y todo Croix-Rousse, los dos quartiers más auténticos.

Trabuleamos por pasadizos entre casas, que en un tiempo usó la Resistencia. Bouchoneamos en un Bouchon del Vieux Lyon, sentados en una terraza, servidos por un camarero delgadito y de manos desproporcionadas.

Vous avez choisi? Oui, assiette rosée, salade de foies de volaille, pièce du boucher à point, y quennelle. Todo muy lyonés, y no se nos quejen, fieles seguidores, que hicimos buen uso de la gastronomía local, sin hacerle ascos a nada. Es que viajar abre la mente, y el paladar, y el estómago.

Un poco hipotensos seguimos nuestro recorrido. El Vieux Lyon por poco perece a manos de una administración local que pensaba que la insalubridad había que atajarla de raiz. Acabando con todo el barrio de un plumazo. Los habitantes se rebelaron en los 50 y salvaron un barrio de callejuelas, traboules, fachadas renacentistas e historia de papas temerosos de la profecía de Nostradasmus. Maldición al Papa que se acercara a la ciudad bañada por dos ríos. También aquí nació el tejedor arruinado que inventó a Guiñol, marioneta que se mofaba de ricos y poderosos.

La Croix-Rousse está en una de las dos colinas de la ciudad. Barrio de pendientes y de traboules de escaleras empinadas, y de los canuts, los artesanos de la seda. Porque la ciudad de los hermanos Lumière y de Robuchon también fue la ciudad donde se trabajó con arte este material misterioso que proviene de la metamorfosis más espectacular de la naturaleza. 


Teníamos en mente visitar algunos de los edificios contemporáneos de Lyon. Lo primero que vimos fue la  Ópera del todopoderoso Nouvel. Una interesante intervención. Ya anocheciendo nos cogimos de nuevo la superbicis y nos fuimos por la orilla del Ródano hasta la Ciudad Internacional del Renzo Piano. De camino pudimos ver peniches repletas de modernos seres lioneses. La verdad que el ambiente era molón, skaters volando por el cielo de Lyon, parejas retozando en el césped, grupos cenando a la orilla del río, vamos un lugar donde sólo existe el placer. En cuanto a la ciudad Internacional, una masa de ladrillo alargado y rojizo cubierto de cristal. Y para cenar unas crepes en vena y a dormir que el TGV sale a las 7:00am.




Y aquí también, hay un boulevard dedicado a Estalingrado.

donde esté un cocinero entrado en carnes...

De Estrasburgo a Lyon pasamos 6 horas en un Corail, que por si no lo saben, no es un Tren Gran Velocidad. Es un tren regional con cortinillas y ventanas que se abren. Daniel y Elisa no lo sabían y disfrutaron mucho del viaje. En distinta proporción.

Las cortinillas del Corail merecen un párrafo aparte. Son verdes. De un verde cuyo pantone está ya en vías de extinción. Los pliegues están en perfecto estado de revista, planchaditos al milímetro. Además, el verde del techo abobedado del vagón hace juego con las cortinillas.

Esto es lo más reseñable del viaje. Eso y el paisaje, que disfrutamos a intervalos. 

En Lyon, esa misma tarde nos fuimos a dar una vueltecita en Velo’p al Vieux Lyon. 

Callejeando por el Vieux Lyon, se nos abrió el apetito, y no dió tiempo a ir en busca de las recomendaciones de Cristina. Nos tentó un restaurante muy entrañable. Entramos, decididos a relamernos con la cocina local. Para eso estábamos en la capital de la gastronomía.

El chef daba la bienvenida con sonrisa bonachona. Y nos cautivaron sus redondeces y sus mejillas sonrosadas. Símbolo inequívoco de que en el aquel lugar se tramaba algo bueno. 

Nos abrió los brazos como un padre que acoge en su seno a dos hijos que han vagado por el mundo comiendo mucha insustancia. 

Era necesario reservar, pero él nos acompañó al mejor salón. Nos sentó en la mejor mesa. Nos ofreció el menú a 28 euros. Y trajo el agua de la municipalité, sin preguntar. 

Y aquí va lo mejor. Daniel, más conocido en su entorno como Don Melindres, no hizo asco a las delicias locales:

Salade Lyonaise, avec lardons et oeuf poché.
Escargots
Andouillette.
Pied de cochon Saint Antoine
Tarte tatin
Arrosé con vino blanco Macon y Beaujolais.

Haítos, nuestro bienhechor vino a despedirnos con la sonrisa satisfecha por el deber cumplido. Y nosotros rodamos por el puente del Saone, y luego, del Ródano, hasta la cama, a digerir nuestro manjar.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Madame Audioguía

La mañana empezó lluviosa pero por la tarde el sol se ha dejado ver por fin, primero con pequeños rayos, luego se ha abierto paso entre las nubes. Se han unido dos palabras que parecían irreconciliables. Estrasburgo y sol. La tarde ha sido magnífica.

Con la capa morada y el mapa en la cesta, Elisa se ha marchado dejando a Daniel trabajando en el hotel. Ha sido una hora de carril bici más allá de la Grande Îlle. Un canal, un puente, un río, o un canal, un laberinto de caminos, que por poco la llevan dirección autopista A4. París.

Gracias a un autóctono en bici, y la solidaridad que entre estos dos tipos de seres suele crearse al instante, Elisa ha vuelto al hotel a tiempo para recoger a Daniel y partir para la ruta 2 que señalaba el mapa de l'Office de Tourisme. El tour por las instituciones europeas.

Antes de ponernos en ruta, nos comimos un bocadillos de Paul en la place Kebler. Ya repuestos, llegamos por el camino señalado hasta el Parlamento Europeo, el más impresionante de todos los edificios, gigante, de cristal circular, con sus banderas en hilera dando la bienvenida al Ciudadano/a de la Unión. Y al resto, ya veremos.

Depués, la Corte Europea de Derechos Humanos y el Consejo de Europa, el más antiguo. ¿Quién te lo hubiera dicho, Estrasburgo, juguete de alemanes y franceses durante siglos, que acabarías siendo el símbolo de su reconciliación?
Tuvimos que devolver las bicis, suspiro, y las cambiamos por los dos pies en el suelo y Madame la audioguía a la oreja. Hemos sido los únicos en toda la ciudad a los que se les ha visto con un aparato negro, como cuatro móviles de largo, bien atadito al cuello. ¿Pero es que a nadie le interesa profundizar, es que todos saben ya que la catedral tuvo que vestir el bonete phrygien revolucionario para que no fuera destruída por ser un símbolo monárquico? ¿Acaso todos saben ya que las casas típicas con travesaños de madera en la fachada son desmontables y se consideraban en su tiempo bienes muebles, y no inmuebles?

Y, lo peor de todo, seguro que se pasean tan tranquilos por la Petite France ignorantes del significado de su nombre. Así la llamaban los habitantes de la ciudad por la sífilis que traían los soldados franceses después de guerrear y diossabequémáscosas, en las campañas de Italia.



Pensándolo bien, a nosotros, deberían subvencionarnos, deberíamos disponer siempre de habitaciones CON baño y CON toilettes, y permitirnos un acceso freewifi a nuestro paso.
À demain, et dormez bien les enfants.

Spätzle und Riesling. Fotos y enlace a catedral nocturna

Problemas técnicos nos impidieron anoche subir fotos y vídeos.
Hemos dormido bien. Parece que no llueve. La ciudad nos llama.

Hagan click en el enlace, y podrán ver la catedral iluminada. Intentamos hacer nosotros mismos el vídeo, pero hay maestr@s en la red que lo hacen mucho mejor...
Catedral iluminada







La catedral de día, asusta un poco




Por fin, una agarraos

Spätzle und Riesling


Los TGV pasan a velocidad supersónica desde la estación Champagne Ardennes donde esperamos el nuestro para la capital de l’Alsace.


Daniel va olvidando vocabulario básico de su idioma materno y se hace preguntas bilingües. En qué voiture del tren estamos? 

La estación de Strasbourg es una edificación moderna. Una cristalera cóncava o convexa, según como lo mires, que recubre el edificio antiguo. 

El pequeño hotel Patricia tiene características de albergue. Para disgusto de Daniel, el suelo de la habitación está recubierto por moqueta azulgrisácea. El sitio no nos parece mal del todo y eso que la recepcionista nos indicó dónde estaba la salle de bains. Dónde dijo que estaba, Elisa? En Lyon? Eso es, fieles seguidores, nuestra habitación sólo incluye un pequeño bidet y un lavabo con espejo, separados del resto de la habitación por un embellecedor, oro macizo, sobre un suelo plastiquillo, entre blanco y gris. Elisa se resigna a la idea de que sus numerosas visitas nocturnas aux toilettes serán reemplazadas, por dos noches con sus horas minutos y segundos, por el práctico bidé de la habitación. No problem, no angustiarse, tout marche bien, por el momento.

La ventana de la habitación deja paso al ruido de la lluvia. Qué maravillosa sequía la de Madrid. Qué cuarenta grados anhelados y placenteros. Aún así, las bicis, en esta ciudad hecha para las dos ruedas, no nos las quitará nadie. Ya llueva o truene. Para eso hemos adquirido unas capas de lluvia fabulosas.

Antes de alquilar los velocípedos, nos dirigimos como de costumbre a la Notre Dame de Estrasburgo. De nuevo silencio absoluto entre nosotros. Otra mastodóntica construcción gótica de un color indescriptible. Parece que se te va a caer todo encima. El pórtico, los rosetones, las gárgolas, el frotispicio….Nos preguntamos que sería de Francia sin la arquitectura gótica. Nos hicimos con dos imponentes máquinas de dos ruedas color negro, gótico, porque aquí, queridos lectores, todo es gótico, y comenzamos el velotour por la ciudad con una novedad: Una prestigiosa marca de camisetas se ha ofrecido a patrocinarnos ‘BÁNDALO’. No olvideis visitar su blog. http://aduraspiernas-dani.blogspot.com/

En la oficina de turismo nos hicimos con un cargamento de folletos y mapas. La mayoría, de poca o nula utilidad, excepto el que nos ha permitido viajar por un túnel del tiempo hasta la Edad Media. Hemos descubierto que nuestro hotel, con salle de bains a part, está situado en plena Grande île, barrio declarado como Patrimonio de la Unesco. A unos cientos de metros de la asombrosa y sombría catedral.  Y dentro de esta isla, la Petite France, el barrio más antiguo de la ciudad, y cuyo nombre es un misterio a estas alturas. Mañana quizás, audioguía mediante, podamos develaros el secreto de dicho nombre.

En la Petite France abundan casas muy típicas, y muy conocidas por todos, porque en una de estas casas, y si no, una muy parecida, vivieron Hansel y Graetel. Tienen la fachada de cal blanca y están cruzadas por vigas de madera negra. Según la wikipedia, son típicamente renanas. Salvo  que la audioguía de mañana lo desmienta, daremos por válida esta información.

Antes de volver a descansar en nuestro modesto pero encantador hotel de tres alturas, paramos a degustar unas deliciosas crêpes en un puesto callejero. El nivel de glucosa en sangre estaba en reserva y había que reponer líquidos. Un par de sucre-beurre con masa hecha al momento y una profunda expresión de satisfacción aperece en nuestra caras. Reposamos unos minutos y salimos a cenar a un local en plena Petite France con una banda de vientos tocando música profundamente aburrida. Veníamos con la mente y el paladar puesto en la spätzle, pasta alsaciana, con Riesling, siguiendo instrucciones precisas de una de nuestras más fieles seguidoras. La choucroute, mejor para comer, que la salle de bains, no se olviden, está a varios metros al exterior de la habitación.

El broche de oro, la sorprendente iluminación de Nuestra Señora. Su piel arenisca a la luz del día, ha mutado en rojos, azules, verdes y amarillos intensos por la noche. Todo para el placer de los turistas que nos íbamos congregando para admirar el maravilloso espectáculo de color.

 Es tarde, y en el hotel empiezan a crujir las escaleras de madera medieval. Como tenemos que subir los tres pisos, os decimos, como siempre, à demain, et dormez bien les enfants.



martes, 17 de agosto de 2010

El secreto de la doble fermentación

Hemos llegado muy de mañana a Reims, rans en su transcripción fonética. El hotel, de moqueta rojo dudoso, jardineras interiores con plantas de plástico auténtico, está cerca de todo lo que queremos visitar.

Fieles seguidores, hoy ha sido un día intenso. Aunque gracias al maravilloso guía de la oficina de turismo, hemos organizado una jornada apretada en la que hemos podido hacer en un día todo lo planeado. Monsieur le guide no ha dudado en decirnos incluso a qué hora podíamos comer.


Reims es la segunda ciudad en la que contabilizamos una plaza dedicada a la batalla de Estalingrado, momento memorable de la historia en la que los nazis decidieron que ese frío mortal de la ciudad rusa era una buena razón para no seguir con la conquista del mundo. Y si este detalle nos interesa es porque deja patente que la Segunda Guerra Mundial no se ganó en Normandía, como se empeñan en demostrar los yankis en su prolífica cinematografía. Se ganó en el frente ruso. Y en esta ciudad, Reims, se puso fin a la Segunda Guerra Mundial con la firma de la rendición del ejército alemán. Qué fecha para una pequeña ciudad de provincias, c'est pas mal du tout!


Para volver a revivir nuestra emoción cuando nos topamos de bruces con la torre Eiffel, decidimos ir por el camino más largo para encontrarnos de frente con la fachada de la sufridora catedral de esta ciudad. Quemada y destruída a lo largo de la historia, Notre Dame, pero de Reims, fue víctima del odio durante la Primera Guerra Mundial. Las vidrieras desaparecieron, y uno se imagina esos miles de cristales, de infinitos colores, como un manto triste sobre la plaza Guillaume de Machault. No hemos visto las originales, pero la recontrucción por artistas modernos del siglo XX, entre ellos Marc Chagall, nos dejó sin palabras. Entre sus muros fueron coronados todos los reyes de Francia, el primero y principal, Clovis, primer rey de los francos convertido a la religión católica. ¿A quién se le ocurre, Clodoveo?

Devolvimos nuestras audioguías de las que hicimos buen uso y nos dirigimos a déjeuner. Elisa le había echado el ojo a una brasserie cerca del ángel de la Place Drouet D'Erlon. Un menú en toda regla con su entrée, una terrine campagnarde, y su plat principal, un entrecot para él y magret de canard para ella. 

Tomamos rumbo a la Abadía de Saint Remi. Otra de esas construcciones góticas que vista desde el exterior impresiona por sus dimensiones y por la amalgama de contrafuertes y arbotantes pero que cuando entras en ella las sensaciones se multiplican. 

Y siguiendo el plan impuesto por Monsieur Le Guide nos encaminamos a descubrir el misterio de la doble fermentación. Visita guiada a las cavas de Taittinger. Un laberinto de galerías a 18 metros de profundidad repletas de miles de botellas llenas del preciado líquido. El Champagne. Ver tantas botellas expuestas boca abajo, en un escenario tan exclusivo parecía una instalación contemporánea. Al final nos dejaron probar un brut exquisito, brindamos y regreso al hotel.  


Os mandamos un beso con burbujas, queridísimos seguidores. 
À demain, dormez bien les enfants. 







lunes, 16 de agosto de 2010

Elisa y su barrio

Dimanche.Ya lo sabíamos. Llueve en París. Pero a nosotros no nos importa y seguimos en nuestra búsqueda del croasan perfecto. Hoy nos hemos acercado mucho a nuestro objetivo pero le faltaba jugosidad en boca y caída en el retrogusto, aun así, nos hemos enviado cuatro con un café de Mcdonalds.10:00 am y lo sabíamos, sigue lloviendo en París. Es ese tipo de lluvia, unsiesnoes, es decir, moja y molesta pero con discreción y elegancia.


Nuestro plan de seguir a dos ruedas se ha truncado, cogemos el metro destino al que una vez fue el barrio de una Elisa en miniatura. Parada en Censier Daubenton. Mira Daniel, ese edificio, en el tercer piso, ahí vivía yo. Y mira, enfrente, está el instituto donde estudié. Daniel abre los ojos tanto que ni pestañea. Escucha como si quisiera transportarse a otra época y verlo todo tal y como estaba en aquellos años. 

La rue Mouffetard, la Mouff, sigue en su sitio. Hoy casi vacía a pesar de ser domingo, día de mercado, por la lluvia y agosto. El paraguas chino nos protege a medias y seguimos andando por un túnel del tiempo. Porque por un pasaje a la izquierda se entrevé la calle del colegio de primaria, ese en el que Jean François, el maestro, cogía la guitarra al final de las clases, para premiar a sus alumnos por haber terminado pronto las tareas. Daniel, fíjate, a esta biblioteca venía los miércoles, a leer el día de fiesta en el colegio. Raaaaaaaaaafa, sal! Desde este poyete, llamaba a Rafa a grito pelao, para  horror de los franceses de verdad.

En la Contrescarpe, nos tomamos un noisette en la terraza, como buenos parisinos. Llueva o granice, las terrazas son perennes.
Y arrecia de verdad. Pero venga, vámonos andando por la rue Lacepède hasta el jardín de Plantas. Otro gran hito en los recuerdos. Corredores sufridores suben y bajan colinas en círculos. Familias numerosas hacen la cola para entrar en la Gran Galería de la Evolución, Daniel y Elisa siguen en su particular línea del tiempo invisible.


Salimos del jardín por una de las puertas cerca del río. Les Puces, el rastro parisino, tendrá que esperar. Hoy llueve como sólo es posible por estas latitudes. Llueve tanto que el aire de París es el más limpio de todas las megalópolis del mundo entero. A la izquierda, el Instituto del Mundo Árabe. Las retinas de su fachada tienen células fotosensibles. Los miles y miles de pequeñas ventanas con celosías neoneoneomudéjares fueron un acierto de Nouvel para recrear el misterio de lo árabe. Pero en París deberían estar abiertas contínuamente. La luz solar no sobra por aquí.


París juega en otra liga, dice Daniel, cuando llegamos a la terraza del edificio, en la novena planta. Y es que a la izquierda se ve Notre Dame, señorona de las catedrales, acompañada por toda una ciudad vestida de tejados de zinc plagados de pequeñas chimeneas encarnadas. La democratización del concepto chimenea, eso dice también Daniel, embelesado. Sí, los apartamentos aquí superan pocos los 40 m2, pero señores, todos tienen chimenea!


De camino al Pavillón de l'Arsenal, nos sorprendió el Museo de la Sculpture en Plein Air, que atravesamos con cierta prisa, no sin antes detenernos ante una de ellas. Una japonesa parecida a un móvil de Kalder, que tenía vida propia y casi si respiraba cuando la lluvia se deslizaba sobre sus elementos metálicos.


A estas alturas, como pueden imaginarse, el hambre empezaba a transportar a Daniel y a Elisa a terrenos delicados. La metamorfosis que en ellos se produce (el uno dirá que el otro es todavía peor) es digna de un Dr Jekill y Mr Hyde. Con sus bocadillos preparados, sólo faltaba encontrar un sitio a cubierto donde poder engullirlos. 

14:30 pm y nadie nos había engañado. En París seguía lloviendo. Nos pusimos a resguardo bajo una escultura porque no había ni un sólo punto seco público en la ciudad. Devoramos los bocatas y nos introdujimos en una exposición en L'Arsenal, una sala de exposiciones donde presentaban los proyectos arquitectónicos de la zona noreste de París. También aprendimos como el bueno de Philippe Auguste comenzó la espiral de la espectacular distribución urbanística compuesta por 20 barrios, unos 2.100.000 seres humanos de unas 200 nacionalidades diferentes.

16:00 pm y por supuesto en París sigue lloviendo. Intentamos visitar la maison del único, del incomparable, del grandioso, Victor Hugo, pero había salido a por pain. En fin, le veremos a la vuelta de nuestra escapada por la Champagne francesa y demás territorios que nos esperan la semana que viene. 

16:58 pm y arreciando. Decidimos, con valor y seguridad en nosotros mismos, coger unas velibs para regresar a casa a pesar de la incesante lluvia y llegamos sanos y salvos y empapados. Son las 23:20 pm y no ha dejado de llover.

Mañana, tren mañanero, así que à demain, et dormez bien, les enfants.

sábado, 14 de agosto de 2010

deux noisettes, s'il vous plaît !

¿Habíamos dicho ya lo dura que es la vida del turistus vulgaris?
La mañana se levantó con ganas de claros de sol y nubosidad variable e internet confirmó los pronósticos. Hoy llovería, especialmente en el 19. La météo.fr detalla por arrondissements el tiempo que hará, algo que en Madrid no ocurre, quizás porque el tiempo da menos sorpresas, especialmente en agosto.
Elisa bajó a buscar unos croasanes. Acuérdense de que el precio del petit déjeuner parisien es inasequible a medio plazo. El café nos lo tomamos fuera. Pero eso sí, confirmamos que entre un noisette, café con una avellanita de leche, y el au lait o crème hay una diferencia sustancial, en lo que a euros se refiere. A partir de ahora, deux noisettes s'il vous plaît, garçon.


El RER nos llevó veloces a la estación del Norte, y de allí enlazamos con la 5 del metro, pues nos esperaba la navette del canal de l'Ourcq, para una vueltecita más allá de las puertas de París.
La navette, una peniche algo vestusta y con sillas tapizadas en rojo anteriores a la era IKEA, nos fue llevando por el canal y llenándose en cada parada de una chiquillería de todos los colores y edades. Pocos éramos los adultos no acompañados, y se creó un ambiente muy de sábado. El tiempo parecía ponerse de nuestro lado: ya se sabe que la lluvia es el enemigo numero uno del turistis continental.


En nuestra travesía, París iba pareciéndose cada vez menos a sí mismo. La navette entraba en territorio HLM, de tiendas de campaña desvencijadas a lo largo de la orilla y de edificios semidestruidos tatuados de graffitis. Decidimos bajarnos en una de las inhóspitas paradas de la peniche.  Se nos nublaba la vista del hambre. Comimos frente a un parque donde jugaban niños negros, asiáticos y marroquís. Un exquisito bocata de lo mismo de ayer. Caminamos en busca de un metro pero sin fortuna. Daniel, a pesar de su excelente francés, tanto escrito como hablado, dejó a Elisa que preguntara a un autóctono sobre la boca de metro. Una madame nos indicó con toda precisión y cariño. Su hijo completó la explicación con lo siguiente: 'Hay que pasar un puente, bueno no es un puente es una cosa'. Efectivamente era una cosa. Encontramos el metro Pablo Picasso. Los franceses están convencidos de que el Picasso era francés, igual que Colón español ¿no?


Volvimos al principio, donde nos embarcamos, pues el mono de velib se hacía insoportable. La velib trajo las nubes negras, y el chaparrón nos pilló pedaleando por la Cité de las Ciencias y la Industria. No se lleven las manos a la cabeza, todo esto estaba escrito, en internet, y en las agencias de viajes, cuyo secreto mejor guardado es que la media de días pasados por agua en nuestro París, supera los doscientos. Las bicis y los bocatas nos dieron alas, y la lluvia dejó hasta de mojar y perdió todas sus propiedas sobre el humor de las personas. Así cogimos aliento y nos decidimos a volver a casa en bici. 

Cada 25 minutos teníamos que cambiarlas en un estacionamiento y hacer todo el trayecto de vuelta sin soltar un euro. Preparados, listos...plaza de la Batalla de Estalingrado, rue de Lafayette, iglesia de la Sainte Trinité, Opéra Garnier, Boulevar Haussmann, la Madeleine, la Concorde con su Obelisco, Saint Germain, Boulevard Raspail, Denfert-Rochereau, casa. Si no se acuerdan de París, es conveniente meterse en Googlemaps y ver el recorrido que hicimos en velocípedo. Tiene miga, rompe las piernas y acelera el corazón. Nada mejor que un poulet rôti en la rue Daguerre para concluir.
Estamos exhaustos, la noche loca del sábado se ha pospuesto para la semana que viene.
Estamos fatigués, mais vraiment très fatigués.
À demain, dormez bien les enfants.

¿dónde está la Torre Eiffel?

Después de un petit déjeuner parisien, con corbeille du boulanger, por 7 eurillos/persona, bajamos el Boulevard Saint Michell a toda pastilla en nuestras velibs. Hicimos provisión de cuadernos en Gibert Jeune y fuimos en busca del Pompidou, sólo por el afán de verlo, de comprobar que sus trasgresores tubos siguen donde siempre. Estos días de avistamiento, y hasta que tengamos nuestro pasemuseo de 6 días, no entraremos más que en lo gratuit. Así que nos alejamos un poco para comer, hacer tiempo y volver al atelier Brancusi después de las 2. 


Decidimos alimentarnos en el Forum Les Halles, el antiguo mercado de frutas y verduras. Un bocacata fait maison y nos metimos en la iglesia Saint Eustache, una de esas construcciones que te dejan con la boca abierta y el espíritu pensativo. Luego visitamos a Brancusi y su taller, en fin sin palabras. Esculturas siderales, mármol celestial y formas metafísicas. 

Para uno de los grandes momentos de la tarde cogimos el metro que nos dejó en Trocadero. LLámanos turistas sin criterio, seres simples de corazón y de intelecto pero al salir del metro y encontrarnos.... a la Torre Eiffel en persona, a uno  le cambia el pulso. Bajo unos nubarrones gris oscuro, y rodeada de negros franceses vendiendo torreeiffelitas de plástico dorado y rosa y también verdes. Pero no caímos en la tentación de comprar una, porque desde que llegó la TDT ya no tenemos tele para colocarla. Nos quedamos un buen rato disfrutando con unos streetdancers venidos de los HLM (viviendas de protección official) cercanos, embelesados con sus piruetas sobre el asfalto y su don para meterse los euros del turista en la casquette.
Para volver a casa, nada mejor que otro par de velibs, que nos costó encontrar esta vez, y volvimos, cual residentes, casi sin mapa, a nuestro querido barrio, a descansar.
La siesta del guerrero duró un par de horas, porque ya se sabe que la vida del turista no es nada fácil. Ya repuestos, nos pusimos de nuevo en marcha pues nos esperaban los bailarines de la place Garenne. Los viernes de agosto dan clases gratuitas en el barrio 14. En un centre sportif recóndito, en una sala de baile sudorosa, nos esperaban los más frikis del lugar, demostrando el talento francés para bailar cualquier música a ritmo de swing. De WestCoast Swing. Un baile que seguro que inventó Louis XVI para sus cortesanos.La música que sonaba era de un nivel un poco inferior a la de Glenn Medeiros. En nuestra incultura musical no logramos entender cómo casaban los pies con el sonido del radiocassette, pero nos quedamos, porque los bailarines eran de todo, menos normales. Todas las edades, y casi todas las razas, todas las estaturas y hechuras. Todos encantados de bailar sin ritmo aunque contando tiempos misteriosos para nosotros. Quelle merveille!
À demain, dormez bien les enfants.

jueves, 12 de agosto de 2010

En casa de la Señora Garmón

Aunque nosotros ya podemos llamarla Severina. La señora Garmón nos ha dejado su maravillosa casa en pleno XIVe arrondissement. Hemos abierto la puerta sin dificultades, conectado la luz, apagado la tele, que se encendió sola, y bajado a inspeccionar el barrio. La primera parada, en un puesto de crêpes. El olor a crêpes inunda la calle y uno no puede resistirse. Una de jamón y queso para Daniel, otra de sucre y beurre, para Elisa y otra igual, un segundo después de engullir la primera, para Daniel.

Todo recto, recto, recto, hemos llegado a Saint Michel. Hubiésemos querido comprarnos sendos cuadernos en Gibert Jeune, pero tendrá que ser mañana.  Cuando llegamos, ya habían cerrado. A unos metros, las torres de Notre-Dame, y la luz de su piedra, brillante y relimpia, al atardecer.

Para volver al barrio, después de unas paradas en dos bistros, nos hemos alquilado las velibs, bastante felices...hasta que hubo que subir la rue Saint Jacques, un poco empinada de vuelta. Elisa no pudo bajar la marcha de la bici y subió la cuesta siguiendo la tradición del gran Rominger en el Tourmalet. El corazón se le aceleró un poco, y ya en el monoprix de al lado de casa (la casa de Severina Garmón, nuestra casa en nuestro París), seguía latiendo acelerado.

Pero antes, un acontecimiento musical. Un grupo de jazz con experiencia en los puentes de París, se nos apareció para ponerle hilo musical a nuestra primera tarde. En la foto se verá claramente a 5 jóvenes talentos con bailarina de claqué.

Mañana nos esperan los croissants au beurre para desayunar. Y dormiremos impacientes porque llegue el día, porque nos espera, primero la panadería de abajo, y después la de al lado del Luxemburgo, como primeras escalas en nuestra cata particular del croissantbeurre.

À demain, dormez bien les enfants.